El alma de la defensa
Una reflexión en torno al ejercicio de la abogacía
Guillermo de Miguel Amieva
Con prólogo del letrado palentino Eduardo Bueno Sebastián, epílogo del procurador de los tribunales José Carlos Hidalgo Freyre, servido del recurso de la metáfora, y tras veinticinco años de desempeño de la profesión de abogado, Guillermo de Miguel Amieva aporta una reflexión en torno al ejercicio de la abogacía, así como una imaginativa y sugerente enseñanza de cómo se desarrolla el procedimiento judicial, en cuya lectura puede sumergirse tanto el lector profano como el jurista.
Partiendo del espíritu de Hamlet, el personaje Shakesperiano, y de la escenografía del teatro, de la figura alegórica del letrado como un escritor y un actor, y de la del juez como un lector y un recomponedor del pasado injusto, EL ALMA DE LA DEFENSA nos muestra una original perspectiva desde la cual observar el derecho y nos propone el desarrollo de una actitud colectiva frente al conflicto humano.
- Autores contemporáneos
- Guillermo de Miguel Amieva
- Colección
- ENSAYÍSTICA
- Número en la colección
- EN-0012/1e
- Materia
- Ensayística
- Idioma
- Castellano
- EAN
- 9788494373060
- ISBN
- 978-84-943730-6-0
- Depósito legal
- AS 00409-2015
- Páginas
- 236
- Ancho
- 14 cm
- Alto
- 21 cm
- Edición
- 1
- Fecha publicación
- 06-07-2015
15,83 US$
Sobre Guillermo de Miguel Amieva (Autores contemporáneos)
Contenidos
A modo de prólogo | 11
I. El espíritu de Hamlet | 13
II. La elección de un buen letrado | 21
III. El perfeccionamiento moral del espíritu | 35
IV. De la predisposición a conciliar a las partes | 47
V. El literato y el lector | 61
VI. El escenario y la rapsodia | 109
VII. Los intérpretes en escena (Hamlet se frota las manos) | 129
VIII. Alegato de convicción frente a un juez escritor | 161
IX. La sentencia de instancia y el recurso, un postrero canto a la esperanza | 171
X. Del dedo acusador de la tribu a la institución del Ministerio Fiscal | 193
XI. Del proceso judicial a la compasión | 217
Carta de mi abuelo Guillermo Amieva Díaz | 229
Epílogo de mi procurador | 233