Entrevista a Martin Simonson traductor y editor especializado en la obra de J.R.R. Tolkien.

    Entrevista a Martin Simonson traductor y editor especializado en la obra de J.R.R. Tolkien.

    Ver libro aquí.

    «Los hobbits son un reflejo del lector moderno, que vive en una tierra fronteriza entre el pasado y la incertidumbre de un futuro dominado por la potencial extinción de todo lo que conocemos y amamos»

    Tolkien inventaba lenguas, algo realmente dificultoso y en lo que invirtió buena parte de su tiempo libre. Apelando a su juicio como experto en la materia, ¿qué puede extraerse a efectos culturales del legado lingüístico del profesor?

    – Los estudios sobre las lenguas inventadas de Tolkien revelan mucho sobre sus inspiraciones; incluso podríamos decir que actuaban como su particular «gramática generativa». Para Tolkien, las palabras inventadas generaban historias y personajes, que precisaban de un mundo en que desarrollarse, y así surge todo el legendarium. En su opinión, la literatura y la lengua en la que está escrita están inextricablemente unidas, y su propia obra demuestra que una cosa depende de la otra en una relación recíproca. Los efectos han sido importantes a nivel cultural; junto con Chaucer, Shakespeare y Carroll, es uno de los escritores que más palabras nuevas han acuñado. Hoy en día, podemos comparar una zona industrial desalmada con Mordor, o una persona indeseable con un orco, y cualquiera capta la referencia, sin necesidad de haber leído los libros. El sentido del nombre Tierra Media, que era el mundo de los hombres en la mitología nórdica, ha quedado actualizado para la modernidad, y hoy en día viene a representar un lugar que abarca y sintetiza un vasto legado cultural europeo desde la Antigüedad Clásica en Gondor hasta la época eduardiana inglesa en la Comarca de los hobbits.

    Hablemos de su actividad literaria, profesor Simonson. Ha publicado varias obras de ficción. Su última obra es Rayos de un sol quebrado (Sapere Aude, 2021) y tiene además una novela guardada en espera de editor. ¿Cómo afronta su carrera como escritor? ¿Influye sobre usted su labor como académico?

    – Cuando era joven, mi principal ambición era vivir de escribir ficción; quise ser novelista antes que profesor o ensayista. Tengo varios amigos que viven de la literatura, pero quizá no de la manera romántica que visualizábamos cuando éramos estudiantes de escritura creativa, ya que, aparte de escribir ficción, ellos también deben impartir cursos de escritura, redactar artículos y reseñas y organizar conferencias para mantenerse a flote. En cuanto a mí, mantengo viva mi ambición de escribir novelas y trato de dedicarle tiempo a la escritura de ficción de manera regular. La ficción es para mí una manera de plasmar mis convicciones más profundas acerca del mundo que nos rodea. Estas han sido moldeadas por mi formación académica y mi docencia en parte, pero en lugar de explicarlas mediante un formato de ensayo, en la prosa artística uno siempre aspira a darles una forma concreta que no dependa de un conocimiento previo teórico. El texto literario debe sostenerse por sí solo, sin notas de pie ni bibliografía de profundización, y debe reflejar también la esencia del escritor, con su particular visión del mundo y de las cosas. Es lo que hace la literatura interesante, a mi juicio; que sea algo más que el reflejo de una idea general o una labor meramente artesana de armar estructuras narrativas y desarrollar personajes.

    Uno de sus próximos proyectos es un ensayo sobre el mundo hobbit. A veces tengo la impresión de que estos han resultado eclipsados por la fascinación que ofrecen los caballeros y los elfos, a pesar de su papel crucial en la guerra del Anillo. ¿qué pueden enseñarnos los hobbits a las personas que vivimos en el siglo XXI?

    – Muchas cosas. Eso sí, es demasiado simplista idealizar a los hobbits de Tolkien. Para mí son personajes muy problemáticos, porque son también los personajes más humanos de Tolkien. Tienen sus defectos y sus virtudes, como nos sucede en el mundo real; pueden ser envidiosos, provincianos e insufriblemente viscerales, pero también tremendamente heroicos, persistentes y tenaces. Los hobbits son un reflejo del lector moderno, que vive en una tierra fronteriza entre el pasado, cuyas sombras siguen acechando en diversas guisas, y la incertidumbre de un futuro dominado por la potencial extinción de todo lo que conocemos y amamos. Creo que nos conviene a todos asumir la consciencia de esta precaria existencia fronteriza que marca nuestra condición de mortales, pero sin caer en el derrotismo de un Denethor, ni perder la fe en las cosas sencillas de la vida. Eso es algo que los hobbits hacen muy bien.