«INTEMPERIE» (Editorial Sapere Aude) DE JOSÉ LUIS HUGUET ZERÓN.

    «INTEMPERIE» (Editorial Sapere Aude) DE JOSÉ LUIS HUGUET ZERÓN.

    «La cosecha depende de la llama»

    José Luis Huguet Zerón.

    José Luis Zerón Huguet pertenece a esa estirpe de poetas cuya siembra lírica se abona con la virtud de la constancia y la vocación inquebrantables. Nunca deja de pensar en poeta; como sujeto que deposita en la poesía sus más íntimas solicitudes.

    El volumen «Intemperie» compila dos libros, «Solumbre» y «El vértigo y la serenidad». El título elegido para reunirlos es toda una declaración de intenciones existenciales y poéticas; un correlato de dichas intenciones perceptible en la lectura. También una forma de conjurar la destemplanza que conlleva. No en vano, la antítesis quizás sea el mejor recurso conque en este volumen se alimenta la elocuencia. En el primer libro encontramos la reescritura del poemario homónimo en edición de 1993. En el segundo, la agrupación de poemas dispersos por revistas, blogs, antologías y plaquettes publicados a lo largo de veinte años de escritura.

    «Solumbre» – nos confiesa el autor en la nota aclaratoria– es el libro que le hubiera gustado escribir. La reescritura – que es también reelaboración – desde la maestría que otorga el oficio. El título remite al sol y la sombra, que son en los textos una realidad confirmada, una convivencia ineludible como enuncia el propio neologismo. También un regreso a lo esencial, liberando los versos de la anécdota y la acuñación hiperestésica, donde volver a reconocer «Luz y oscuridad, humeando, prendiendo un instante infinito.» (pág. 18). Poemas significativos desde esta perspectiva no faltan. Por citar algunos, valgan, junto a muchos otros: «Soy el árbol que arde»; «Lugares» I, II y XX; o «Los fuegos muertos».

    En «El vértigo y la serenidad», hay de nuevo un testimonio de claroscuros que, pese a su escritura diacrónica, no impiden que, en conjunto, reflejen una unidad subyacente. Así, textos como «In memoriam», «[Hay quienes creen ver la tierra prometida]», «[Te miramos niño, nuestro niño]», por ejemplo, aun siendo muy diferentes entre sí, están concebidos con una misma mirada. Una perspectiva en la que prevalece el rescate de un fervor primigenio, que es también el rescate del amor familiar. De esta manera, si el poemario principia ofreciendo emociones desnudas emanadas del contacto con la naturaleza, y continúa deslizándose por los parajes de la recapitulación y la memoria, concluye exhibiendo la vibración que suponen los rostros que amamos y nos aman, en la hermosa sección con que se cierra, «De profundis amamus».

    Siempre hemos admirado los versos que son un ejemplo de diálogo con la cultura, cuando esta refleja un modo de vida y un entendimiento del mundo. Por eso se agradece el puñado de citas que menudean por el libro. Jon Vinyoli, Gamoneda, Rosalía de Castro, Cézanne, Celan, Novalis, Gimferrer, Simone Weil, Pasolini, Rilke, Adam Zagajewski, Georg Tralk, Tomás Segovia, Góngora, Blanca Varela, entre otros, son algunos de los autores que aquí comparecen en el pórtico a las diferentes secciones del volumen. Este, a su vez, se nos sirve en la elegante y hermosa edición de Sapere Aude que cuida hasta el más mínimo detalle, y hace honor a la calidez −y la calidad− con que nos susurran estos poemas entre tanta intemperie.

    Hay libros certeros como una roca y persuasivos como una epifanía. Tan densos como transparentes, en su coherencia poética implosionan y, al hacerlo, esparcen esquirlas de significación tras cuya lectura ya no seremos iguales. «Intemperie» es uno de ellos.

    Ver libro