Pasado en la boca, de Esther Abellán. Carta de navegación

    Pasado en la boca, de Esther Abellán. Carta de navegación

    PASADO EN LA BOCA, DE ESTHER ABELLÁN. CARTA DE NAVEGACIÓN.

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    Por Juan Lozano Felices.

    A por el mar.
    A por el mar que ya se adivina.
    A por el mar.
    A por el mar, promesa y semilla
    de libertad

    L. E. Aute.

    Debe de ser una manía personal, nunca me ha gustado mucho la expresión “agitador cultural”, menos la de “animador” pero, a falta de que se invente otra mejor creo que, al margen de etiquetas manidas, la idea esencial que todos tenemos de estas locuciones es la que quiero transmitir para definir la actividad dentro del ámbito cultural que lleva a cabo Esther Abellán desde hace tiempo. Esther es una artista multidisciplinar que impulsa y fomenta actividades dispares, siempre con un sello personal y una emoción que son marca de la casa. Su actividad abarca, principalmente, dos campos: la realización teatral, como directora de escena y actriz; y la escritura poética, con ya seis poemarios editados y un libro de cuentos. Además, Esther ha dirigido junto a Begoña Rodríguez el programa radiofónico “Conectados en la noche” que ha servido de observatorio poético de la terreta durante varias temporadas o, utilizando sus propias palabras, “un lugar de encuentro, reflexión, amistad y afectos”[i]; ha puesto en marcha talleres de poesía, escribe reseñas literarias, ha colaborado en exposiciones y también, recientemente, ha llevado a cabo una amplia antología de poetas alicantinos que pronto verá la luz. Todo lo dicho, y seguramente algo se me escapa, podría ser concretado en el corolario siguiente: Esther Abellán es una mujer comprometida con la cultura, y esto, en los tiempos que corren; desde luego, no es cuestión menor.

    Me centraré en su último poemario publicado, Pasado en la boca, editado con elegancia y gran cuidado por la editorial ovetense Sapere Aude, dentro de la colección Ad-versum. Su anterior poemario, 4º sin ascensor (Lunara Poesía – Plaquette, Frutos del Tiempo, Elche 2018) ponía el foco en lo más cercano, en el ámbito más cotidiano y doméstico, a modo de luminosa etopeya. El cambio de foco producido con Pasado en la boca es, desde luego, significativo y sustancial. Esther nos lleva, desde lo más inmediato (que no superficial) a lo más hondo y desmesurado.

    Vayamos primero con la cronología, para ello nos remontaremos también a su anterior poemario publicado. Según me cuenta su autora, los poemas de 4º sin ascensor y Pasado en la boca responden a intereses, procesos creativos y lapsos temporales distintos e independientes. De hecho, los poemas de Pasado en la boca estarían en una línea creativa y de pensamiento más en concordancia con otros poemarios anteriores y trabajos inéditos que con su mencionado anterior poemario. Por ello podemos constatar el carácter de paréntesis intimista que supone 4º sin ascensor en la trayectoria de Esther, más cercano a lo que conocemos como poesía de la experiencia. Por lo general, la poética de Esther Abellán se encuadraría más en una poesía del pensamiento, emparentada con la “razón poética” de María Zambrano, donde sentido inspirado y significado se entrecruzan.

    Los poemas de 4ª sin ascensor se gestan entre finales de 2016 y principios de 2017, siendo editada la plaquette que los contiene a finales de 2018. Pasado en la boca tiene dos momentos distintos, el de su germen y el de su gestación como poemario. Su génesis estaría en los meses de verano de 2017 como fruto de un intercambio poético-plástico con el fotógrafo Roberto Cabezas, con el que ya había colaborado anteriormente, en 2016, para la exposición Oniris. Siguiendo con ese intercambio artístico a modo de vasos comunicantes, los poemas de Esther Abellán van destinados ahora a un libro-arte bajo el título de Maremágnum, que simultáneamente había dado lugar a una exposición fotográfica y donde, cada uno desde su disciplina artística pero estrechamente imbricados, exploran el mar como imagen y símbolo. Tras la exposición en el otoño de 2018, Esther continuará, ya de forma totalmente independiente, indagando y dando forma al poemario que nos ocupa. La experiencia de la exposición y el libro-arte y su posterior apuesta individual habían permitido a Esther retomar los poemas escritos con mejor perspectiva, con vistas a ese nuevo poemario. Ello va a implicar cambios en los poemas ya escritos, la supresión de algún poema y la escritura de otros nuevos, hasta completar Pasado en la boca, que se edita en febrero de 2021.

    Ya desde la portada, el lector sabe que nos espera el mar, comienza a sentirse empapado con los rumores y ritmos marítimos. El mar como presente, como pasado y como futuro. Antes de la existencia humana, “el mar, el siempre mar ya estaba y era” a decir de Borges. Hablar del mar es pues, una manera de abolir los lazos que nos atan al tiempo y su medida.

    La presencia del mar en la poesía es, ciertamente, una constante ya desde su mismo origen. Desde el catálogo de naves de La Ilíada o el regreso de Ulises a Ítaca hasta el Cementerio Marino de Paul Valéry, la Ora marítima de Alberti, El contemplado de Pedro Salinas o Troppo mare de Javier Egea. En el sincretismo poético, el mar es suma de metáforas esenciales. Simbólicamente, Baudelaire, que inaugura la poesía moderna con Las flores del mal, emparentó su profundidad con la hondura de lo humano.

    El mar es tu espejo, contemplas tu alma
    en el desarrollo infinito de su oleaje
    y tu espíritu no es un abismo menos amargo

    De igual forma, en su estupendo y esclarecedor prólogo, José Luis Zerón nos hablará del mar como “reflejo de la existencia humana y sus contradicciones y del tiempo con sus profundos cambios, transformaciones y renacimientos”.

    Algo en lo que inciden, tanto Zerón como todos los analistas que se han acercado al poemario de Esther, es en su carácter unitario. El prologuista nos pone sobre la pista al sugerir una lectura como poema único. Ello queda patente en su forma temáticamente cerrada, la uniformidad estilística clásica y la ausencia de títulos. Todo ello hace pensar en que nos encontramos ante un poema extenso, yo más bien hablaría de una cantata, cuyo protagonista es el mar, con una doble función poética. La descriptiva, plástica y lírica; y la segunda, la cosmovisión simbólica, dando luz al mundo interior de la poeta, al que no es ajena tampoco la lúcida reflexión meta-poética: “Un viaje con muchas guerras perdidas/ y escribir, enigmática metáfora”.

    Quisiera incidir en el carácter luminoso del poemario, que se vehiculiza a través de un rico régimen metafórico que privilegia las referencias brillantes y diurnas. El mar que glosa Esther es el Mare Nostrum que cantaron con sus hexámetros los poetas helenos. El “dulce Mediterráneo” de Esther es un mar en el que nos reconocemos, la cuna de todos los azules, el mar que supondría para el romántico Hölderlin una catarsis y un nuevo modo de encarar el arte y la vida. “Este mar siempre te trae de regreso” nos dice Esther. La mirada que proyecta la poeta sobre el mar, como también incide Zerón, es “una mirada conciliadora y hermana”. Al mismo tiempo, la voz lírica, el pulso que late en los versos de Pasado en la boca es vivificador y renovador. Los versos suenan de verdad, taladran o nos mecen, nos sumergen en el misterio o nos revelan secretos. En un tiempo en que parece que nos hemos acostumbrado a leer a tantos poetas donde prima el mensaje por encima del propio canto, encontramos en Esther Abellán el fulgor del canto, el poema visto como expresión radical de emociones y pensamiento. El hecho poético como modo de dar curso estético y espiritual a las verdades del hombre, de la naturaleza y de lo sagrado.