Poética del sentido en Andrés Ortiz-Osés de Mario Javier Bogarín Quintana
Para ir resumiendo con el propósito didáctico de señalar lo que vendrá en este estudio, diremos que el sentido para nuestro autor no es solamente el mero sentido lógico o funcional, sino también el sentido ontológico o existencial. Debemos detenernos en la comprensión de este sentido hermenéutico como una explicación abstracta de lo real que es, además, una explicación de lo vivido, y esto último conlleva algo tan esencial como la explicación de sentidos que no se pueden materializar concretamente con palabras, sino que se encuentran fijados en el campo de las sensaciones, mismas que son una presencia constante en el andamiaje que da estructura al símbolo.
Considerando lo anterior, avancemos con el autor asumiendo que el sentido es además lo que “quiere decir”, o sea, su significación, aparte de lo que “dice”, en tanto que significado. Comprendiendo esto, se abre un mundo nuevo de aproximaciones a lo que las implicaciones del sentido conllevan. Tenemos la presencia, pues, del sentido, como un enfoque de la realidad que no responde estrictamente a lo que se le ha mandado comunicar, sino al contexto del que surge, y en donde convive con un sinnúmero de “experiencias sensibles” que no se pueden enunciar de entrada.
Todo aquello, pues, que no se está estructurando por completo en el sentido del mensaje, pertenece antes que nada y por sí mismo a un espacio de coimplicaciones del lenguaje con la realidad que expresa. Pero esta realidad, considerando la teoría que estamos visitando, está preñada de sensibilidades que responden a una imagen, antes de que esta se convierta en lenguaje. El conjunto de estas experiencias es, esencialmente, una expresión poética.
El sentido en Hermenéutica no es pues, el mero sentido lógico o funcional, sino el sentido ontológico o existencial. La comprensión del sentido tiene que ver con el carácter existencial que un autor como Cioran atribuye a la comprensión profunda, la cual capta los límites del mundo y la propia muerte en vida, pasando de la mera consciente o conocimiento superficial de las cosas al fondo misterioso de la vida. Lo cual viene a significar que no hay sentido sin sinsentido, más aún, que el sentido consiste en la asunción del sinsentido. El sentido no es entonces meramente la explicación abstracta de lo real sino una explicación aplicativa de lo real vivido, por eso nombra lo más necesario [...] lo que no tiene nombre. (Ortiz-Osés, 2003:30).
En este punto, nos dice Ortiz-Osés en el pasaje anotado, la complicación radica en la relación entre lo implícito o latente, y lo implicado en nuestras explicaciones, nuestras condiciones en el mundo regidas por la coapertenencia de la materia y el espíritu. Así es como se revela que el sentido profundo es un sentido de coligación o aferencia, donde existe un sentido de implicación y correferencia: la construcción de esta vía hacia la referencia mutua, en que el sentido se ve cargado de asimilaciones de sensaciones e imágenes enclavadas en una experiencia pura, es precisamente el sentido simbólico. El simbolismo es la expresión trabajada, tamizada por la experiencia sensible humana, del sentido del mundo a través de un lenguaje, mismo que participa siempre e inextricablemente de lo simbolizado.